Ellos sí que te piden lo imposible:
te exigen que cimientes espejismos,
que cambies por mentiras la esperanza,
que mires siempre al frente, aunque tan solo
divises ante ti el acantilado.
Las cucarachas: cientos, miles de ellas
corren en muchedumbre por los muros
de tu casa, se asoman al alféizar,
te acosan el dintel, hacen campaña
en tu cuarto de baño, en el felpudo,
[hola imbécil de IKEA]
en la cubertería, en los cojines,
dentro del canapé,
en la almohada, bajo
la seda de las sábanas.
Son tantas que ya puedes distinguir
sus chillidos unánimes
por encima del ruido de la tele:
te reclaman un hueco en el oído,
el acceso inmediato
a las alcantarillas de tus sueños.
No hace falta que cruces ningún río:
las sombras ya lo pueblan
todo, no necesitas
creer en los fantasmas.
Si te das una vuelta por el barrio,
verás muertos en vida,
[si eso es vida: lo dudo;
muerte en muerte]
espacios desollados, tierras hueras,
[si eso es tierra, si es suelo]
huesos en los pucheros y pirómanos
al pie de las cosechas y los bosques.